El Archivo se construye sobre una parcela del polígono Industrial, paisaje suburbial anónimo, bien lejos de las hermosas fábricas urbanas de la ciudad de Toledo. No serán, pues, las condiciones dictadas para el lugar las que hayan decidido el orden formal del proyecto. Más bien serán otras más próximas al uso del edificio.
Un edificio que aloje el Archivo de Castilla-La Mancha ha de entenderse como un inmenso cofre, como una caja fuerte que guarde celosamente el patrimonio cultural, la memoria colectiva de la Comunidad. Ha sido ésta una imagen deseada para el edificio propuesto. Un volumen compacto y cerrado, unitario y ensimismado, que guarda en su interior el valioso tesoro allí depositado. Un edificio que no exhibe la diversidad de sus espacios interiores. La idea de estratificación, de superposición de capas, de estratos, propia de una pila de documentos, subyace igualmente en la imagen figurativa de la propuesta. Volumen cerrado y contundente, aligerado perceptivamente mediante la estratificación como sistema de composición. La propuesta rechaza la idea de entender el Archivo sólo como un silo de documentos, como un almacén de estanterías, proponiendo por el contrario un edificio significado por su espacio interior. Un espacio interior fluido y dilatado definido esencialmente por un gran vacío que transita verticalmente todos los niveles, en el que la luz natural, como no suele ser habitual en edificios de esta naturaleza, asume un papel decididamente protagonista.