Desde íberos y romanos, el puerto natural de Salauris ha sido un lugar estratégico de la costa mediterránea desde el punto de vista militar, comercial, y finalmente desde la segunda mitad del siglo XX, turístico.
Villa esencialmente pesquera a lo largo de la historia, Salou empezó a recibir los primeros veraneantes ya en el siglo XIX gracias al empuje de la nueva burguesía industrial de Reus y la construcción del tren, transformando progresivamente la villa pesquera en una pequeña ciudad-balneario planteada desde el turismo de salud y bienestar. La construcción de varias casas modernistas y novecentistas a primera línea de mar en las que se podían alquilar habitaciones a principios de siglo XX son el testimonio de estos primeros veraneantes en busca del poder terapéutico del agua de mar.
Durante casi 50 años Salou fue creciendo de manera lenta y tímida en forma de ciudad jardín a lo largo de su litoral gracias al éxito de su balneario. Sin embargo, a partir de los años 60, la costa Dorada y especialmente Salou, experimentaron un crecimiento sin precedentes debido al desarrollo turístico de las ciudades costeras, generando un paisaje urbano heterogéneo dominado por hoteles y edificios de apartamentos y restaurantes que conviven con bloques de viviendas habituales y equipamientos, formando un contexto urbano mixto y heterogéneo de volumetrías aisladas.
El proyecto orbita alrededor de uno de estos edificios aislados cerca del mar concebido inicialmente como una vivienda levantada sobre un podio a la que se le fueron añadiendo plantas para albergar un hotel y, desde inicios de los años 2.000, una residencia geriátrica. Disconforme respecto al planeamiento y con una volumetría y unos huecos de fachada inalterables por normativa, el edificio presentaba, después de 13 años de abandono, signos severos de degradación y generaba problemas de orden público en su entorno.
Sesenta años más tarde del boom turístico en Salou, ¿cómo se debe plantear hoy una vivienda de uso temporal y cómo el turismo tiene que responder a los retos sociales y medioambientales que estamos afrontando?
El proyecto trata de conceder una nueva vida al inmueble a través de su rehabilitación y transformación. La reutilización de su arquitectura antes que el derribo, la primera decisión de proyecto, presentaba limitaciones espaciales evidentes al tener que conservar la estructura muraria existente y la escasa altura libre entre forjados, pero permitía conservar la edificabilidad, ajustar el presupuesto, y un gran beneficio para el medio ambiente, disminuyendo la huella de carbono de la intervención al evitar la energía empleada en el derribo, el transporte de escombros, y la construcción nueva edificación, así como la generación de residuos.
El proyecto se plantea como una gran casa. Pretende huir del modelo turístico masivo para buscar la identidad en los primeros veraneantes y sus residencias-hotel de principios de siglo XX a nivel conceptual y material, proponiendo un diálogo temporal y un modelo de vida alternativo al turismo de masas: un modelo lento, próximo y local, desestacionalizado, adaptado al clima mediterráneo y arraigado a la tradición arquitectónica original del lugar, nacida del turismo balneario.
A su vez, como alternativa al modelo habitacional genérico y global orientado a las vacaciones de verano y generalizado a partir de los años 60, los nuevos apartamentos quieren ser casas, espacios domésticos cálidos, acogedores y arraigados a la cultura local que se puedan ocupar durante todo el año.
En este sentido, estratégicamente, se ha tenido en cuenta que tanto el conjunto del edificio como los apartamentos puedan cumplir las condiciones normativas de habitabilidad, por lo que el conjunto podría convertirse fácilmente en un edificio de viviendas permanentes en cualquier momento.
La metamorfosis del edificio es el resultado de una suma de intervenciones acumuladas sobre la preexistencia, y se divide en cuatro estrategias básicas:
Consolidar y reorganizar. La primera acción de proyecto tiene como objetivo replantear el funcionamiento del edificio y conseguir una estructura primaria estable y segura. Se ha conservado y reforzado la precaria estructura muraria existente, paredes, fachada, y forjados, y se han reorganizado las plantas por completo añadiendo una segunda escalera, que se añade a una ya preexistente, y dos ascensores, conformando un núcleo central rodeable que organiza el flujo de circulaciones y permite situar las unidades habitaciones en el perímetro de la fachada.
Ordenar y relacionar. Para mejorar la habitabilidad del conjunto, se propone mejorar la relación del edificio con el exterior. Se ha eliminado la buhardilla existente, un espacio inhabitable por sus escasas dimensiones en altura, logrando una nueva terraza en planta cubierta. A la vez, se han replanteado y ordenado las fachadas laterales abriendo nuevas ventanas, las imprescindibles que la normativa permitía, para lograr la iluminación y ventilación de todas las viviendas y, a su vez, conseguir una imagen urbana más unitaria, manteniendo las ventanas existentes, más ordenadas, en las fachadas frontales. Finalmente, se ha abierto al exterior el cuerpo existente en planta baja que se ha transformado en la recepción y el restaurante, una galería conectada con el jardín que concentra los accesos, con la generación de un nuevo porche de entrada, y permite unas generosas terrazas en los apartamentos de la planta primera.
Aislar y contextualizar. En tercer lugar, se plantea la mejora energética del inmueble y la búsqueda de una identidad. Se ha aislado todo el volumen existente por el exterior con una nueva piel térmica que cumple, a la vez, una función técnica y una función conceptual. Esta nueva envolvente permite conseguir una óptima eficiencia energética del edificio y, a su vez, mediante la utilización de la cerámica, buscar una nueva identidad conectando históricamente el edificio con las casas modernistas y novecentistas de principios de siglo XX.
Abrir y naturalizar. Por último, se han replanteado los espacios exteriores y la relación del edificio con la ciudad. La terraza pavimentada exterior existente se ha substituido por un jardín mediterráneo de bajo mantenimiento y demanda de agua, eliminando el efecto isla de calor, permitiendo el drenaje natural del agua de lluvia y generando espacios de sombra. El nuevo jardín se ha abierto visualmente y físicamente al espacio público logrando la accesibilidad al edificio con una nueva rampa, transformando un exterior duro y áspero en un pequeño oasis.
A nivel de programa, el edificio cuenta con espacios colectivos y espacios técnicos y de servicio en planta baja, y 6 tipologías de apartamentos, dos de ellas en planta baja, y cuatro en cada planta tipo. La concepción de los apartamentos, insertados en la estructura muraria existente, es una concatenación de células básicas que pueden independizarse o conectarse entre ellas, potenciando el buen asoleamiento, las dobles orientaciones y la ventilación cruzada. Así, todas las unidades habitacionales cuentan con un espacio para cocinar y comer, un espacio para descansar, y un espacio para asearse.
Desde el punto de vista de la materialidad, se utiliza únicamente un material, la cerámica, y un solo formato, la rasilla tradicional. Una única pieza en dos versiones de acabado que resuelve todas las situaciones del proyecto: La baldosa en acabado natural y la baldosa esmaltada en color verde botella, que se utilizan para contextualizar la fachada con la historia del lugar, siguiendo la tradición constructiva modernista y novecentista de las casas de veraneo en Salou. Una única pieza que asume, a la vez, funciones técnicas, estéticas y simbólicas y que caracteriza el proyecto de manera holística.
Arnau Tiñena, Maria Rius, Ferran Tiñena
Alfons Güell, Paula Roch, Àngels Cañellas, Alba Azábal
Arquitectos técnicos: Albert Vilà i Júlia Oriol.
Estructura: Windmill Structural Consultants.
Instalaciones y sostenibilidad: Garriga Enginyers.
Acústica: David Casadevall.
Jardineria: Parcs i jardins Aspros.
Mobiliario: Bustper.
Constructora: STM Construccions.
c/ Ponent nº24. Salou, Tarragona.